“Se proscribe el Ejército como institución permanente. Para la vigilancia y la conservación del orden público habrá las fuerzas de policía necesarias…”

Costa Rica conmemora este 1 de diciembre 75 años desde que se tomó la valiente y visionaria decisión de abolir el ejército en el país. Este hito de nuestra historia ha influido profundamente en diversos aspectos de nuestra vida, convivencia y desarrollo. Poder afirmar que el dinero que otros países gastan en el rubro militar, en Costa Rica ha sido históricamente invertido en mejorar los servicios públicos de salud, educación y culturales, llena de mucho orgullo y es motivo de reconocimiento internacional.

Esa decisión histórica ha marcado a generaciones de costarricenses, coloca al país como una de las democracias más longeva y estable de la región latinoamericana y ha permitido contar con una vocación civilista con la que abordamos los conflictos, que ha generado a su vez un clima de confianza, seguridad jurídica y estabilidad política.

Este acto nos ha hecho crecer entendiendo que las armas no son necesarias para resolver nuestros problemas, que nuestra seguridad se origina en la educación, en la generación de oportunidades, que es más hermoso celebrar nuestras fiestas patrias con calles repletas de niñas y niños ondeando nuestra bandera, que con soldados. Nos ha permitido entender la Nación desde el cariño y el cuidado, a cultivar nuestras relaciones y a encontrar soluciones creativas, cuando en otros lugares solo habría espacio para las ametralladoras y los tanques. Crecemos entendiendo nuestros derechos a la libertad de opinión, a elecciones libres y a la libertad de prensa como principios indelebles y transversales para nuestra democracia.

 Resultados. Pero, además, los resultados de la abolición del ejército son muy tangibles en diversas áreas de la institucionalidad pública y los servicios a la ciudadanía. En el año 2017 el Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica presentó el estudio realizado por los investigadores Alejandro Abarca y Suráyabi Ramírez, titulado «Adiós a las armas: los efectos en el desarrollo de largo plazo de la abolición del ejército de Costa Rica», el primer estudio en estimar los efectos económicos que tuvo tal decisión para el desarrollo del país.

Entre las principales conclusiones del estudio destaca, por ejemplo, cómo antes de abolir el ejército, el PIB crecía a una tasa anual promedio de 0,97% (entre 1920 y 1951). En cambio, durante los 60 años siguientes, la tasa promedio de crecimiento aumentó a 2,49% (en el período 1951-2010). Descubrieron, además, que Costa Rica era el cuarto país latinoamericano con menor tasa de crecimiento del PIB per cápita antes de la abolición del ejército. Sin embargo, tras su eliminación, se convirtió en el segundo de mayor crecimiento (solo por detrás de Brasil). Otro dato que evidencia el estudio es que en 1949 existían 884 escuelas primarias en el país; mientras que dos años después esta cifra había aumentado un 32% a 1.175. Para 1960, había 1.561 y para 1974, había 2.610.

Por otro lado, el compromiso internacional de nuestro país con la paz y el derecho internacional siguen tan vigentes como hace 75 años. Somos líderes en promover la consolidación de una arquitectura multilateral al servicio de la paz, lo cual también ha sido reconocido en diversos foros internacionales.

Ejemplo de lo anterior ha sido nuestra destacada participación en el seno de la OEA, ser la sede de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, de la Universidad para la Paz, y del apoyo al establecimiento de la Corte Penal Internacional, la negociación del Tratado de No Proliferación Nuclear o la defensa y ampliación de los Derechos Humanos, por citar solo algunos. A ello sumamos una activa participación en agendas como la lucha contra el cambio climático y el compromiso con la agenda de Mujeres, Paz y Seguridad. En todo ello Costa Rica ha decidido ser un actor protagónico de primera línea a nivel internacional, siempre con la paz y su consolidación como norte. Asimismo, procuramos participar activamente en temas como los usos pacíficos de la energía atómica y el llamado a una gobernanza global en inteligencia artificial.

 Invertir en paz, no en armas. En los momentos más difíciles para nuestra seguridad, que los ha habido después de 1948, Costa Rica abogó por la solución pacífica del conflicto, tanto interna como internacionalmente. La eliminación del ejército no generó obligatoriamente un efecto disuasivo. Tuvimos varias amenazas de invasión. Sin embargo, la firme convicción en el Estado de Derecho hizo que en tales circunstancias pudiésemos acudir a los sistemas jurídicos para resolver las controversias en esas instancias.

Hoy los ejércitos en muchas partes cumplen una gran función en favor de la sociedad, especialmente en situaciones de emergencia climática, terremotos, u otros; brindando a las personas soluciones a situaciones dramáticas. Sin embargo, en otros lugares sirven lamentable y fundamentalmente a la guerra.

Por ello Costa Rica reafirma diariamente que la inversión en armas para la guerra debe frenarse. Que trabajar por la paz es la mejor inversión para la sociedad y sus habitantes. Es la mejor forma de garantizar la dignidad de todas las personas en todos los territorios del planeta.

El primero de diciembre de 1948 el presidente José Figueres Ferrer anunciaba esta decisión histórica de la Junta Fundadora de la Segunda República, en el mismo acto en que se convirtió un cuartel militar en un espacio cultural, el cual hoy acoge el Museo Nacional. En la Constitución Política de 1949 se incluyó el artículo 12 por el cual se proscribe el Ejército, se ordena que haya la policía necesaria para salvaguardar el orden público y toda fuerza estará supeditada al orden civil. Por tal motivo, me permito citar al ex Presidente Figueres, cuando dijo: “Somos sostenedores definidos del ideal de un nuevo mundo en América. A esa patria de Washington, Lincoln, Bolívar y Martí, queremos hoy decirle: ¡Oh, América! Otros pueblos, hijos tuyos también, te ofrendan sus grandezas. La pequeña Costa Rica desea ofrecerte siempre, como ahora, junto con su corazón, su amor a la civilidad, a la democracia”.

Istvan Alfaro Solano, Embajador de Costa Rica en Italia